Una mañana del año 1962, un joven «Chamaco Valdés» abrió las puertas de su hogar en la población Juan Antonio Ríos n°1 a la revista Gol y Gol. El reportaje nos muestra su lado humano, ese que lo hizo querido por su gente como a pocos deportistas. Hijo de una numerosa familia de clase obrera, encuadernador titulado, fanático de la lectura y del cine italiano pero por sobre todo hombre de familia y de fútbol.
La población Juan Antonio Ríos que data de la década del cincuenta y que surge como una solución habitacional a los trabajadores, fue cuna de connotados futbolistas que nacen pateando un balón en terrenos baldíos y pedregosos en donde la tierra era el condimento necesario para una buena pichanga.
Desde comienzos de siglo XX en cada barrio de Independencia germino el futbol como deporte popular, siendo sus terrenos el espacio propicio para cobijar a las colonias española es e italiana expresados sus clubes: la Unión Española y el Audax Italiano que levantaron sus estadios en la década de los veinte. La década de los cuarenta da vida al Estadio Independencia de la Universidad Católica. Es decir, Independencia era desde sus orígenes cuna del futbol, proliferando no solo clubes amateur/profesionales, sino que un sin número de clubes de barrio. Fue que uno de ellos, el Manuel Montt de la población homónima, en donde «Chamaco» dará sus primeros pasos en el deporte rey.
“Nosotros fuimos criados con él, jugábamos con él, yo era amigo de él hasta grande, una persona muy buena de corazón, jugábamos juntos en el Manuel Montt, empezamos en la cancha, después en primera, segunda, así creciendo juntos […] Siempre acá, siempre con nosotros, humilde, él teniendo otro dinero otro status, siempre acá. Siempre a los niños les traía pelotas, zapatos, medias y siempre preocupado de las infantiles del Manuel Montt […] Una persona que no tiene comparación.”
Los goles de Chamaco, tendrán un breve su paso por las inferiores de Green Cross donde, según sus palabras, lo enviaron porque “creían que era un poco ‘apijado’” para terminar formándose en el equipo de sus amores: Colo Colo, donde bajo el cuidado del DT Hernán Carrasco y la tutela de su mentor y amigo Enrique “Cua Cua” Hormazabal le entregaron las armas para transformarse en quizá en el mejor 10 chileno de todos los tiempos. Su hermano René recuerda como «Cua Cua» le legó el pase al pie y el remate con ambas piernas a Valdés, dos características de su técnica de superclase.
Fue goleador nato desde su partido debut: un 26 de Enero de 1961 frente a Cerro Porteño en un torneo de verano. El gol desde entonces fue su tarjeta de presentación y a pesar de no ser delantero conquista 181 dianas jugando por el Cacique, las cuales sumadas a las 34 que anotó en otros equipos dan el total de 215 goles en partidos oficiales record del fútbol chileno, legado que en cancha y a décadas de su retiro se mantiene intacto. Jugando por los colores albos fue campeón en tres ocasiones (1963, 1972 y Copa Chile 1974) y llegando a la recordada final de la Libertadores de 1973, en aquel equipo con Carlos Caszely y el Pollo Véliz, entre otros.
Por la selección chilena jugó cincuenta partidos (anotando nueve goles), llegando a ser el capitán en Alemania 1974. Sus compañeros recuerdan su liderazgo, juego en equipo y compromiso. Pero más aún, la calidad humana de «Chamaco» se hizo acción en los difíciles tiempos posteriores al golpe militar. Intercedió por Hugo Lepe y Mario Moreno (ambos ex compañeros en la cancha) quienes se encontraban detenidos en el Estadio Nacional, logrando la liberación de ambos.
El año 1982 se retira del Fútbol profesional comenzando una carrera como entrenador en San Luis de Quillota, Audax Italiano, Lota Schwagger, entre otros. Pero su labor se encaminó luego hacía su vocación de servicio a los más jóvenes:
“Hay que ayudar al niño futbolista. No se le puede negar el acceso a una cancha, a un estadio. Hace falta una mayor labor de aprendizaje para ellos. Hay que pensar que el futbolista chileno tiene que ser bueno cuando niño. Después es difícil.”
A los 19 años dijo estas palabras y hasta sus últimos días fue fiel a aquellas convicciones de juventud trabajando en Escuelas Preventivas de Fútbol en la comuna de Recoleta orientadas a jóvenes en riesgo social.
Fallece a los 66 años en su departamento de la población que lo vio crecer., siendo velado en la Capilla de Nuestra Señora del Rosario a pocas calles de su vivienda. La despedida fue multitudinaria y su legado es incuestionable.
Hoy, Chamaco vive en la población , su recuerdo permanece vivo en muchos rincones, como son murales y la misma plaza El Pino, rebautizada con el nombre del insigne vecino-goleador que hasta hoy es recordado como uno de los futbolistas más importantes que haya vivido en Independencia.