Ingresamos por Independencia la principal arteria de la comuna en su hora Peak. Transitar por sus veredas es encontrar lo más próximo de las migraciones de latinos de distintas latitudes: colombianos, ecuatorianos, haitianos y por cierto; peruanos van pintando sus calles con sus costumbres, arte culinario y tradiciones, su acento se escucha en cada esquina. Ellos pululan por sus veredas sin saber, al igual que muchos vecinos y peatones que transitan por sus calles, que tanto ellas como sus edificios esconden una rica historia. Que la arteria, alguna vez fue el sendero principal, parte de la “Chimba” y que sus calles aledañas, también poseen un innegable valor patrimonial.
Una de las calles más conocidas de la comuna es Maruri, esta comienza por el sur en la calle Borgoño, su ruta de entrada obligada desde el sur. La arteria, al igual que la mayoría de sus vecinas se llama en recuerdo de próceres de la Independencia, denominación que rige a partir del decreto del 6 de julio de 1872 propiciado por Benjamín Vicuña Mackena. De tal manera, Maruri, lleva su nombre en honor al militar patriota Nicolás Maruri quien tuvo destacada participación en el Desastre de Rancagua y en las batallas de Chacabuco y Maipú.
La antigua calle nace casi al borde del Rio Mapocho y llega hasta calle Gamero, en donde se interrumpe, volviendo a surgir en calle Bezanilla, para terminar en Nueva de Matte. Este último tramo, durante décadas se denominó Nueva Maruri, situación aún observable en muchas casas las que en sus números continúan con la antigua denominación.
Esta arteria nos recibe con adoquines a la antigua usanza y en sus veredas la sombra de los pequeños, pero frondosos árboles, son un bálsamo al calor que cubre con su sombra a las casas de dos pisos. Curiosamente, para estar tan cerca de la calle principal, en un par de cuadras, el ruido y la congestión se van disipando.
A poco andar, casi al llegar a la esquina de Lastra – calle en memoria al militar Francisco de La Lastra quien fuera el primer Director Supremo del país, derrocado por José Miguel Carrera, durante la reconquista y que fue desterrado a la isla de Juan Fernández- se encuentra en el número 272 , el Servicio de Salud Metropolitano Norte. El proyecto de construcción del inmueble fue aprobado bajo la presidencia de Arturo Alessandri e inaugurado por su sucesor Pedro Aguirre Cerda el cual nace con el firme propósito de convertirse en un “Hospital para obreros”. A la época, con sus siete pisos, era el hospital más alto que existía en Chile. Entre 1938 y 1949 fue residencia del “Policlínico del Seguro Obrero” que era el centro asistencial más importante de la Caja de Seguro Obrero, situación que aún es observable en las letras que existen en sus añosas puertas, CSO. El recinto, con el correr del tiempo, va cambiando su idea inicial pasando, durante la década del 60, a formar parte del Servicio Nacional de Salud.
Servicio de Salud Metropolitano Norte(archivo fotográfico la Cañadilla)
Cruzando la calle Cruz, el Maruri arbolado se vuelve más quieto, el tráfico peatonal se cubre de rostro peruano, paulatinamente a poco caminar, se nos aparece la oferta de comida y helados, la raspadilla y la chicharronada se hacen habituales, se ofertan en un carrito o se anuncian en una ventana, como escondidas. No es de extrañar la afluencia de los del Rímac por allí, a solo unas cuadras en el número 697 se ubica la Escuela Básica Cornelia Olivares- su nombre no es casualidad. Ella, chillaneja de nacimiento y con gran elocuencia, abrazo la causa patriota sin aceptar amenazas de silencio, al final los realistas a modo de ofensa le raparon el cabello y las cejas y le exhibieron, para ridiculizarla, en la plaza pública de Chillan-. Hoy la escuela tiene una matrícula en donde más del 60 % de niños provienen del país vecino, allí el 21 de mayo se enseña con una visión distinta y en las fiestas patrias, se hace gala no solo, de la cueca, sino también la “marinera” la cual tiene su espacio al igual que el himno nacional de ese país, la idea de integración es pan de cada día.
Escuela Cornelia Olivares (Archivo Municipalidad de Independencia)
Por fin llegamos al lugar más emblemático de la calle, justo cuando la tarde va despidiéndose, es el famoso Maruri 513 Sitio que hoy no es más que un portón de fierro que cobija a un estacionamiento. De la casa del poeta Pablo Neruda, no quedan ni los cimientos, aquella pensión en la calle gris, de gente pobre y estudiantes, que tenía olor a gas y a ladrillo añejo -como recuerda el escritor y político Volodia Teitelboim, quien también, fuera su residente diez años más tarde- y que inspiro en sus primeras letras al bate en “Crepusculario”, solo queda imaginarla. De los “crepúsculos” de su pluma no existe, aun, ni una placa recordatoria; solo un mural pintado, en una casa vecina, por alguien que se niega a que la modernidad se convierta en la herramienta del olvido.
Maruri 513 ( Archivo Mejor Independencia)
Ha pasado casi una hora de recorrido por Independencia y su calle Maruri, entre caminata, apuntes y pausa…el sol se va extinguiendo, como diría Neruda: “la tarde sobre los tejados cae y cae”.