En la Cañadilla, en terrenos donde se localizaron las antiguas viviendas de los vecinos, Matías Patiño, que luego vende a don Francisco Santiago en 8 mil pesos, y que posteriormente es adquirida por Vicente Costa, quien entrega en venta a la sucesión de don Antonio Rodríguez, comenzó a construirse la antigua Escuela de Medicina. Este último vecino será quien comercializará en $ 12.000 los espaciosos terrenos que colindan con el hospital de San Vicente de Paúl, los cuales servirán de cobijo a la sólida nueva obra de cal y ladrillo.
En efecto, el edificio pasará a suplir la necesidad del incipiente desarrollo de la educación médica del país, como heredero de los anteriores recintos localizados en el antiguo local del Instituto Nacional ubicado, entre las calles Bandera, Compañía, Catedral y Morandé, Alma Mater del primer curso medico de Clínica Interna, impartido en el año 1833 por el Dr. Guillermo CunninghamBlest. De tal manera, la republica le confería a las ciencias médicas una relevancia justo en el mismo momento de la promulgación de la Constitución de 1833, que regiría al país por cerca de 92 años.
Antigua Facultad de Medicina, Fuente: Museo Nacional de Medicina
Es así, como mediante Decreto Supremo del 19 de marzo de 1833, el Presidente Prieto por medio de su Ministro Tocornal, inauguraba un curso de duración de 6 años para esta disciplina, la que junto al curso de farmacia creada un mes antes y con duración de 3 años, posicionaba a las ciencias médicas como una disciplina que comenzaba a tener importancia para el devenir social de la época, dando inicio, en palabras de Eduardo Cruz-Cocke, en su libro de La Historia de la Medicina Chilena al “establecimiento de una política de desarrollo de ciencias médicas”, que intentaba mejorar la salud de los habitantes del naciente Chile Republicano, tomando como referencia las normas europeas vigentes.
Posteriormente, y debido al auge de la enseñanza médica, el edificio del Instituto Nacional, fue reemplazado en 1837, por el local ubicado en calle San Francisco que se encontraba adyacente por el sur-poniente con el hospital San Juan de Dios. Este recinto va a cumplir su rol por varias décadas, hasta que, inexorablemente, producto del creciente aumento en las matriculas de medicina, va a ser incapaz de acoger dicha demanda y por tanto, va correr el mismo destino de su predecesor. Así, y luego de años de estudios se decide edificar una nueva escuela de medicina, siguiendo el mismo criterio de la anterior, ella en este caso se ubicaría contiguo al hospital San Vicente de Paúl.
Eloy Cortinez , arquitecto que diseña de la Facultad. Fuente: Congreso Nacional.
Al gobierno de José Manuel Balmaceda le corresponderá inaugurar, un 14 de de abril de 1889, el nuevo edificio en Independencia. Reconocida como una grandiosa estructura, su pórtico con seis columnas dóricas imitaba el frontispicio del Partenón. La forma del edificio era rectangular y tenía una longitud de cerca de 100 metros orientado en sentido oriente-poniente y con 47 metros en su menor longitud, orientado de norte a sur. Constaba de dos patios interiores con fuentes de agua y rodeadas de un hermoso jardín de palmeras, las cuales aun subsisten. En el primer piso se ubicaban las salas de profesores, salones destinados a cirugía, anatomía, museo y oficinas administrativas. En tanto, en el segundo piso se instalaron los laboratorios de patología, histología, zoología, dentística y botánica.
El imponente edificio, obra del arquitecto y político liberal Eloy Cortínez, fue reconocido como una de las expresiones arquitectónicas más bellas de la Cañadilla, descrito como un verdadero palacete por las autoridades, el público y la prensa de la época, va a engalanar la Chimba de Independencia, por cerca de sesenta años, hasta que las llamas, a fines de la década del cuarenta, lo extingan por completo.
Antigua Facultad, vista desde calle Profesor Zañartu, exactamente donde hoy se encuentra la Biblioteca de Independencia. Fuente : » La Chimba», Carlos Lavín
En efecto, según crónica de El Mercurio, en la madrugada del 3 de diciembre de 1948 a las 5 de la mañana se desatará la tragedia. De acuerdo al parte policial y la declaración de testigos, el fuego habría tenido su origen en el pabellón de Anatomía del Dr. Emilio Croizet al producirse un corto circuito en uno de los motores que funcionaban permanentemente y cerca del cual había un tambor con alcohol. Una vez desatado el siniestro, este se propago con voraz rapidez, teniendo que acudir diversas compañías de bomberos, que se encontraron con el edificio completamente en llamas, lo que significó el esfuerzo de estos y de muchos voluntarios que intentaban repeler el ataque destructor del incesante fuego, que sin detenerse a su paso y en los momentos de mayor furia, derrumbo el segundo piso del edificio, del cual cayeron dos voluntarios de la 6ta Compañía de bomberos y un estudiante que se encontraba en el lugar, los cuales fueron derivados al Hospital Clínico San Vicente de Paúl.
Una vez declarado el siniestro, fueron muchos los funcionarios y estudiantes que al saber la noticia se trasladaron al lugar, intentando salvar algún material del azote de las llamas, así, los alumnos lograron salvar casi la totalidad de los libros de la biblioteca, ubicándolos en el casino del recinto que se encontraba en el ala sur del mismo. Asimismo, algunos departamentos pudieron rescatarse, como fueron las ratas del Dr. Gabriel Gasic del Laboratorio de Biología, las cuales fueron puestas a resguardo en el Hospital de San Vicente de Paúl. A pesar de ello, las perdidas en el inmueble fueron casi totales, es así como dentro de los cuantiosos daños es posible catastrar los Institutos de biología, química, física, embriología,, fisiología, histología, , bacteriología y anatomía, departamentos que fueron todos arrasados por la inclemencia voraz del fuego.
Portada de El Mercurio, diciembre de 1948.
De igual manera, los estudios, archivos y colecciones, de casi toda una carrera del Doctor Croizet que acumulaba 16 mil protocolos de autopsia, fruto de treinta años de trabajo y que serían plasmados en una obra científica en dos meses más, también fueron totalmente extinguidos por las llamas. A ello, hay que sumar los 35 microscopios fundidos en el laboratorio de bacteriología, gran material personal del Doctor Vaccaro, como filmadoras y proyectores cinematográficos, así como cerca de 5.000 cepas microbianas de difícil obtención se suman a las pérdidas provocadas por el siniestro.
Quien probablemente resuma de mejor manera lo acaecido con el siniestro fue el rector de la Universidad de Chile Don Juvenal Hernández, quien declaraba: “.Esta desgracia ha causado consternación, ya que la Escuela de Medicina es uno de nuestros institutos científicos de más gloriosa tradición. Los daños materiales son cuantiosos y las pérdidas de material científico de las bibliotecas, colecciones y archivos son incalculables. Es el trabajo de muchas generaciones de médicos chilenos que se han extinguido en unas horas.”
Efectos del incendio. Fuente: Museo Nacional de Medicina.
La magnitud del evento movilizó a todo la cúpula del país, desde el Presidente, Ministros y diversas autoridades del mundo público y privado intentaron dar un alivio a semejante pérdida de la ciencia. Es así como el Ministro de Salubridad Guillermo Varas Contreras ofrecía ayuda inmediata a los alumnos damnificados, quienes serían provisoriamente acogidos , en los cursos que comprendía el ciclo científico, en la avenida Borgoño donde funcionaba las instalaciones del Instituto Bacteriológico de Chile. Allí se instalarán los departamentos de Bacteriología y Biología, y se impartirán las clases Histología, Parasitología y Embriología. Estas fueron algunas de las medidas para mitigar el impacto de la perdida.
En definitiva, terminaba su vida la Antigua Facultad de Medicina, aquel palacio que contaba con hermosos jardines, los cuales estaban abiertos a la comunidad, con amplios escalones que acogían en sus escalinatas a los vecinos. La misma que con su espíritu se negaba a morir bajo las llamas del olvido, por ello, prontamente diversas iniciativas se pondrá en marcha, expresadas en campañas para acelerar la recuperación de este espacio de la ciencia para el país. Tal situación, nos convocará en otra entrega, una que nos cuente los pormenores de la nueva casa de estudios de la Universidad de Chile, la nueva Facultad de Medicina, hija de la siniestrada, pero que a solo metros de la original, va a continuar su legado de investigación y desarrollo científico para la comunidad y el país.